B se ha cansado de las matemáticas del cuadernillo que estamos siguiendo porque opina que en la vida real "eso" no sirve para nada.
Y yo he decidido no desmotivarle empeñándome en mantenerle dentro del programa que le toca por edad, pensando en un hipotético futuro examen que le permita sacarse alguna titulación (que, de momento, no sabemos si necesitará).
En septiembre pasado empezamos a hacer matemáticas con situaciones de la vida real:
Después lo dejamos para seguir el cuadernillo de ejercicios que comentaba arriba.
Pero ahora vuelve el sentido común. Además de que a estas edades deben poder participar en las decisiones sobre lo que se estudia y cómo (eso no quita que a edades más tempranas también hay que tener en cuenta sus intereses a la hora de organizar el aprendizaje).
Tuvimos una charla familiar en la que decidimos dejar de lado los contenidos matemáticos que desmotivan tanto a nuestro hijo y que no tienen ninguna utilidad práctica (excepto ese hipotético examen para un título o que en el futuro quieras ser matemático) y dirijirnos a entender las matemáticas que hay a nuestro alrededor, en nuestro día a día, y en cuestiones importantes que afectan a nuestra vida cotidiana.
Nada de fórmulas imposibles o cálculos llenos de letras que no se sabe muy bien para qué nos servirán en la vida (y que conste que a mí me encantan las matemáticas puras) y que desagradan tanto a mi hijo. El objetivo es comprender bien lo que sí forma parte de la vida real: facturas, nóminas, tickets, la cuenta bancaria, impuestos, economía, contabilidad del hogar, ahorro... y cualquier información que nos importe o nos afecte y tenga que ver con los números.
¡Vamos a ello!
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