Os conté que habíamos decidido apuntar a nuestro hijo a una academia de inglés escuchando varios consejos, además de que pensábamos que sería bueno para él.
Básicamente, nuestra idea era que la conversación en grupo le beneficiaría en el idioma oral y era algo que en casa nos faltaba.
Después de un mes en la academia, por decisión de todos (incluido él mismo) ya no va a volver.
Noté (y era mi mayor miedo) que el sistema de la academia era demasiado "escolar". Quiero decir que el método era poco dinámico y muy basado en ejercicios escritos repetitivos.
Me parece importante reforzar la gramática y saber escribir correctamente, pero creo que no es tan difícil innovar un poco con los métodos y materiales para no caer en la monotonía.
Para todos los niños en general, pero más para los niños como el mío (que aprenden haciendo, que necesitan moverse, tocar y experimentar) esa forma de enseñar es lo peor que les puede pasar.
Muy pronto surgieron las distracciones, los aburrimientos y el empezar a traer deberes para casa porque no le daba tiempo a acabar los ejercicios en clase. Y eso era porque se aburría, perdía la atención, no avanzaba en las tareas... y vuelta a empezar. El mismo círculo vicioso que ya hemos conocido otras veces en el colegio.
Además no estábamos conformes con el grupo al que le habían asignado.
Los grupos no se formaban por nivel, sino por edad. Daba igual si algunos estaban más avanzados en el idioma y otros menos, el criterio es que hubiesen nacido en el mismo año.
Desde el principio dejamos claro que no buscábamos una academia para aprobar la asignatura del colegio (ya que muchos centros están orientados a eso), sino que queríamos que nuestro hijo dominase el inglés.
Después de una prueba de nivel comentaron que podrían ponerle en la clase de "tal profesor" que era la del nivel más alto, ya que vieron que podría encajar bien. Pero después, sin decirnos por qué, le asignaron a otro grupo de un nivel más bajo, supongo que fue porque eran los de su misma edad.
El resultado es que el niño salió perdiendo porque el ritmo de la clase estaba adaptado a la mayoría y se vio obligado a trabajar contenidos que ya tenía dominados.
Otro tipo de cosas, como que en el transcurso de las clases se hablaba demasiado en español, nos llevó a tomar la decisión de dejar la academia. Además de que él nos dijo que no le gustaba ir.
La decepción que menciono en el título vino al ir a darle de baja.
Cuando mi marido dijo que el niño ya no iba a volver, la única reacción fue decir "¡los libros los tienes que pagar!".
En ningún momento preguntaron por qué, si es que al niño le pasa algo, si ha habido algún problema, si tenemos alguna queja o estamos descontentos...
En un centro educativo donde los niños deberían ser lo primero, se supone que les interesaría saber qué pasa para que un alumno o una familia no quieran continuar.
Pero no, nuestros motivos no les importaban para nada. Lo único importante para ellos es que pagásemos unos libros que ni siquiera se habían llegado a usar. Unos libros que sólo se habían sacado del plástico que traían, pero que estaban sin estrenar.
Me parece penoso que en un centro de enseñanza importe tanto el dinero y tan poco los niños.