Este es el billar de B. Uno en tamaño mini que se pone sobre una mesa para jugar.
Antes de tenerlo, se pasó horas mirando vídeos de un tipo que hacía trucos imposibles. Entonces él quiso tener también un billar.
Lo pidió con tanta intensidad que se lo compramos, un regalo que le hizo muy feliz (aquí escribí sobre ello, junto con otras cosas que en algún momento le han apasionado).
Desde entonces tiene temporadas de más o menos uso, pero siempre está ahí, no se ha cansado de él.
A veces juega contra alguno de nosotros, primos o quien se apunte. Pero la mayoría de las veces lo que prefiere es ensayar trucos (así lo llama).
Sigue mirando vídeos y luego intenta reproducir lo que ha visto o inventar sus propios retos que consisten en lanzar la bola contra el borde para colarla por un hueco del borde opuesto o poner "obstáculos" y conseguir esquivarlos o incluso saltarlos.
Para eso prueba una y otra vez hasta que lo consigue. Se va fijando en cómo tiene que corregir su tirada golpeando de una manera o de otra.
Esto es cálculo de ángulos, pensar si el ángulo de tiro tiene que ser más abierto o cerrado para conseguir lo que quiere. Así va probando y rectificando, un poco más, un poco menos, hasta que lo logra.
Las matemáticas están en todas partes, también en el billar.
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