Creo que, a pesar de los años de aprendizaje sin escuela, hay una parte de mí que aun no ha logrado desescolarizarse del todo.
Pensaba esto mientras recordaba la imagen del archivador de B, donde guardo sus actividades escritas y mis registros.
Este archivador lo estamos usando desde septiembre y ya está lleno de papeles, casi no cabe más. Vale, es cierto que no es uno de los más gordos, pero me asusta ver todo lo acumulado en cuatro meses.
Quizá para otra persona es un volumen de páginas normal, o incluso poco, porque tampoco hacemos muchas cosas cada día... Pero me ha dado para pensar cuál es el objetivo de todo eso.
Acumular páginas en un archivador que luego irá dentro de una caja que luego quedará guardada en un armario.
Seamos realistas, son pocas las veces que nos ha dado por mirar (o hemos necesitado ver) trabajos hechos otros años.
No sé si B algún día querrá tener todo eso como recuerdo o lo tirará a la basura.
De momento nos sirve para justificar todas las actividades escritas realizadas en estos años. Como siempre, el por si acaso...
Pero hay tantas actividades en las que no hemos escrito nada y tantos aprendizajes que no llevan ninguna actividad dirigida...
Mi hijo me sorprende muchas veces con datos e información de las cosas que le gustan y aprende solo. Fechas, nombres, acontecimientos... cosas que yo desconozco y que quedan grabadas en su cerebro sin necesidad de escribirlas, solo porque le importa.
Y entonces siento que esa es realmente la manera y el verdadero aprendizaje.
Pero luego me sorprendo a mí misma proponiendo más páginas para escribir.
Cada cierto tiempo reflexiono e intento cambiar y mejorar cosas. Voy quitando, voy poniendo, voy cambiando... Le pregunto a B su opinión sobre nuestra manera de hacer las cosas, aunque más de una vez me he encontrado con que no es sincero del todo y me dice lo que cree que yo quiero oir.
Hoy hemos hablado en pareja, los adultos, y hemos estado de acuerdo en que sobran tantos papeles y que la mejor manera de aprender es leyendo, narrando y comentando lo que hemos leído.
Se quedan los cuadernillos de ejercicios de lengua y matemáticas.
Se quedan las redacciones en español y en inglés.
Se quedan aquellos proyectos en los que B decide escribir y dibujar cosas (como el de Estados Unidos, con el que está ahora).
Se queda la caligrafía en árabe porque la única forma de mejorar la escritura es escribiendo.
Y esto no se hace todos los días.
Pero todo lo demás se aprende leyendo, hablando, mirando vídeos, haciendo salidas o resolviendo actividades en el ordenador.
Trabajo para que lo que siento y lo que hago se acerquen lo máximo posible.